El Mito De Los Vampiros
El mito de los
vampiros tiene miles de años de antigüedad y se lo puede detectar en casi cualquier
civilización humana, desde las lamias de la cultura greco-latina hasta los
monstruos de ojos rojos y pelo verde, o rosa, propios de la demonología china,
pasando por los zorros-vampiros de Japón y por las criaturas conocidas como
Penangglang en Malasia.
Pese a que habitualmente se ubica el origen de los vampiros en Europa
oriental, hay varias fuentes históricas que señalan la aparición de este tipo
de criaturas, ya en el siglo XI de nuestra era, en las Islas Británicas. Los
cronistas ingleses, incluso, acuñaron el término cadáver sanguisugus para
referirse a estos proto-vampiros, cuya traducción es “cadáveres bebedores de sangre".
Con la revolución científica-técnica que
se da en Occidente y la adopción de sus paradigmas, el mito va trasladándose
hacia el este del Viejo Continente, una tierra mucho menos evolucionada y
propensa a la proliferación de leyendas. Así, generalmente se ubica a los
vampiros como nativos de la zona de los montes Cárpatos y de la meseta de
Transilvania y puedes rastrearse fuentes también en Austria, Rumania y Hungría
Por esta razón, la clasificación de los
vampiros e ha desarrollado mucho más en el este de Europa y es justamente de
esta tradición de donde han abrevado nuestras modernas representaciones
cinematográficas de estas criaturas que poseen atributos similares a los
descritos en el folklore eslavo clásico.
Los pueblos eslavos se han distribuido en
lo que hoy en día se conoce como Europa del Este, desde Rusia hasta Bulgaria,
Serbia y Polonia, y pese a que su evangelización comenzó en épocas muy tempranas, el cisma entre la
Iglesia ortodoxa y la Iglesia Católica devino en que este pueblo se decidiera.
Así, mientras los rusos, los serbios y los búlgaros permanecieron dentro de la
Iglesia Ortodoxa, los polacos, checos y croatas decidieron alinearse con la
Iglesia Católica con sede en Roma. Esta división trajo aparejada una
diferenciación en las creencias referidas a lo sobrenatural ya que, mientras
que para los católicos los cadáveres incorruptos después de la muerte pueden
considerarse santos; para los ortodoxos son sencillamente vampiros.
Los mitos eslavos específicos de este
tipo de criaturas se desarrollaron durante el siglo IX de nuestra era, como
resultado del choque entre las enseñanzas de la cristiandad y el paganismo
preexistente, que poco a poco fue relegado a la categoría de creencias
populares y folklore. Las principales causas del vampirismo eran los
nacimientos irregulares, con neonatos que presentaran membranas, dientes o
cola, el haber sido concebidos en determinados días, el haber muerto de manera
extraña, la excomunión o el haber sido enterrados sin cumplir los ritos
adecuados.
Algunas de las medidas preventivas
consistían en incluir un crucifijo dentro del ataúd, colocar ladrillos en la barbilla del muerto a fin de evitar que
pudiera comerse su propio sudario, clavar sus ropas a los costados del ataúd,
colocar semillas de mijo o de amapola en las tumbas – los vampiros sienten
fascinación por contar – o, por supuesto, atravesar el cuerpo con espinas o
estacas de madera.
Esta tradición ha influido, también, el
folklore romano, un país rodeado por naciones eslavas. Así, en Rumania
encontramos a los strigoi, que a su vez se dividen en diferentes tipos. Los strigoi vii son brujas que al morir se
transforman en vampiros, y son capaces de enviar sus almas a comunicarse con
otros de su misma especie y con los strigoi
mort, la segunda clase de vampiros rumanos que son, directamente, muertos
vueltos a la vida que se dedican a chupar la sangre de sus parientes, de sus
vecinos o del ganado.
El vampiro según la creencia popular, es
un ser que bebe la sangre de los seres humanos para su supervivencia… Una
supervivencia relativa, ya que tiene que morir para convertirse en un ser de
esta especie. La característica distintiva de dicha muerte es que, durante la
misma, seguramente fue contagiado por otro vampiro.
El modo de contraer el mal, generalmente,
se da a través de la mordedura en la vena yugular de la víctima, para que luego
ésta beba la sangre contaminada del propio vampiro. Este intercambio de fluido
vital logra que la persona sea condenada a la vida eterna.
La enorme facilidad de contagio hace que
su propagación sea extremadamente sencilla, llevando esta condición hacia otras
partes del mundo, comenzando con el resto de Europa y prosiguiendo su viaje
hasta la mismísima América.
El aspecto externo del vampiro suele ser
el de una persona agradablemente atractiva, sensual y romántica, cualidades que
le permiten conquistar más fácilmente a su presa, cualquiera sea su sexo y
edad. Acostumbra hipnotizar a sus víctimas, y convertirlas en esclavos,
formando así una especie de matrimonio diabólico.
Identificar a un vampiro es bastante
difícil si se tiene en cuenta el parecido físico con un ser humano, aunque
presenta algunas diferencias clave. Entre ellas, las más conocidas son las uñas
largas, la piel mortecina y frágil a la luz solar, y los colmillos largos y
afilados que pueden sobresalir de los labios.
Su aspecto general es delgado y lánguido,
no puede salir durante las horas del día, y no refleja imagen alguna en un
espejo. En ocasiones, y de acuerdo con la situación, puede convertirse en
niebla o tomar la forma de criaturas inferiores como lobos, ratas y
murciélagos. Pero es un procedimiento que sólo utiliza cuando siente que está
en peligro.
Estas son las características básicas
generales que distinguen a los vampiros, aunque hay claras diferencias entre
distintos tipos de no-muertos, debidas a la situación geográfica de las
diversas leyendas y mitos que ocultan sus manifestaciones.
Estas son las características básicas
generales que distinguen a los vampiros, aunque hay claras diferencias entre
distintos tipos de no-muertos, debidas a la situación geográfica de las
diversas leyendas y mitos que ocultan sus manifestaciones. Muchas de ellas
obedecen a la sencillez de los lugareños de aquellas regiones que alguna vez se
hayan visto amenazadas, y otras, a la deformación causada por la tradición
oral.
La técnica más difundida para acabar con
estos demonios es atravesar su corazón con una estaca de madera, con mano firme
y mucha fe, para luego proceder a cortar su cabeza, a fin de evitar que pueda
regresar de la muerte una vez más. También pueden morir mediante el uso del
fuego, que es capaz de consumir su materia hasta reducirla a simples cenizas.
Es una creencia popular muy difundida que
los vampiros les temen a los crucifijos, al agua bendita, y a toda la
simbología cristiana en general, además de no tolerar la presencia de los ajos
y de sus flores.
Como no pueden exponerse a los rayos del
sol, que los destruye, duermen durante las horas diurnas bajo la protección que
les brindan sus ataúdes, y en contacto con tierra extraída de su lugar de
origen.
Muchas de las características que
enumeramos tienen su origen en el cine, que ha reelaborado el mito y le ha
sumado una gran cantidad de nuevos ingredientes. Con el correr del tiempo, se
han sumado propiedades y debilidades a estas criaturas, de las que carecían en
sus orígenes.
Luego de esta explicación acerca de las
principales características que distinguen a un vampiro, debemos también
agregar que, pese a su aspecto atractivo – una condición que utiliza como cebo
– es, en realidad, un repulsivo y lascivo personaje.
Entonces, ¿qué es lo que lo vuelve tan
interesante? Quizá sean dos elementos mágicos, góticos, eternos y poderosos que
encierra esta criatura. O tal vez debido a su adicción a la sangre, no como un junkie, sino para poder continuar aquí,
en la Tierra, odiado y perseguido en siglos anteriores, y aclamado y deseado en
los tiempos que corren.